Hoy me he dedicado el día para mí. Para sentirme bien conmigo misma, para comprar dos pares de fantásticos zapatos que me alzan sobre el suelo... y todo porque llevaba días con dolor.
Se trata de ese dolor que nace desde el fondo del alma, como un puñal que se clava desde dentro. Ese dolor que pocas veces sentimos, pero que tantas veces recordamos. No existe para ese dolor pastilla alguna, no existe nada que haga que tu mente pare de pensar por un instante. Y todo, todo cuanto pienses, te hará más daño.
Por eso en cuanto aparece ese puñal sangrando que se clava en mi alma, que me hiere, que me duele...cuando aparece, tan solo lo miro cara a cara y fríamente le hago recogerse, hasta la próxima vez. Intento que cada día aparezca menos, controlarlo de algún modo. Sé cuando aparece, sé como...pero nunca sé si se irá. Odio los momentos de soledad absolutos, por hace gala de su presencia. Aparece y me duele.
Ojalá pudiera ir a la farmacia y pedir una pastilla que me anule la consciencia. Pero otra opción que tengo es hacer frente a ese dolor. Otra opción es hacer lo que hago: luchar contra él. Me resisto a que domine mi vida, me resisto a sufrir para siempre.
Y a pesar de ello, termino el día habiendo estudiado, habiendo disfrutado del día, y habiendo hecho lo que más me gusta: vivir.
Se trata de ese dolor que nace desde el fondo del alma, como un puñal que se clava desde dentro. Ese dolor que pocas veces sentimos, pero que tantas veces recordamos. No existe para ese dolor pastilla alguna, no existe nada que haga que tu mente pare de pensar por un instante. Y todo, todo cuanto pienses, te hará más daño.
Por eso en cuanto aparece ese puñal sangrando que se clava en mi alma, que me hiere, que me duele...cuando aparece, tan solo lo miro cara a cara y fríamente le hago recogerse, hasta la próxima vez. Intento que cada día aparezca menos, controlarlo de algún modo. Sé cuando aparece, sé como...pero nunca sé si se irá. Odio los momentos de soledad absolutos, por hace gala de su presencia. Aparece y me duele.
Ojalá pudiera ir a la farmacia y pedir una pastilla que me anule la consciencia. Pero otra opción que tengo es hacer frente a ese dolor. Otra opción es hacer lo que hago: luchar contra él. Me resisto a que domine mi vida, me resisto a sufrir para siempre.
Y a pesar de ello, termino el día habiendo estudiado, habiendo disfrutado del día, y habiendo hecho lo que más me gusta: vivir.